Muy feliz cumpleaños PrincesaMáxima sopla hoy sus 38 velitas
“Máxima iba a llamarse Jorge. Su madre estaba segura de que finalmente iba a darle un varón a su marido. “Fijate, tengo la panza en punta, es un Jorgito”, repetía con certeza científica María Pame, la madre de Máxima. Coqui, el padre, ya tenía tres hijas mujeres de su matrimonio anterior.
Una vecina de Pergamino que ejercía la adivinación amateur le había pasado a María Pame la receta infalible para quedar embarazada de un varón: la mujer tiene que ir arriba, con las piernas rectas, al momento de la cópula amorosa; luego, la técnica debe reforzarse con una dieta fuerte en sales y carnes rojas.
Pero cuando en la mañana del 17 de mayo de 1971 se despertó empapada porque había roto bolsa, el bebé que llegó a sus brazos en la Clínica del Sol fue una nena: era una beba gordita y rubiona y su padre sugirió llamarla Máxima, como su abuela, quien fue una de las mujeres más importantes de su vida. María Pame aceptó. Máxima sonaba fuerte, importante. Además, era especial; casi no había Máximas en Buenos Aires, en la Argentina.
A la pequeña Máxima le tocó la habitación más luminosa de la casa. La cuna era nueva. Las sabanitas y el cubrecamas, otra tradición que pasaba de generación en generación. Le costaba dormirse, pero cuando lo hacía, descansaba varias horas seguidas. Y se despertaba muerta de hambre. Su llegada revolucionó la vida de dos familias. “La gorda”, como la apodaron apenas se asomó a este mundo, y como la seguirían llamando sus primos varones durante su adolescencia, era la gran atracción.
Ya por entonces su sola presencia irradiaba la misma luz y alegría que irradia hoy en Holanda.
Así la describen Gonzalo Álvarez Guerrero y Soledad Ferrari, los autores de "Máxima, una Historia Real" -Editorial Sudamericana- en una parte del capítulo “Mini Maxi”, donde se relatan anécdotas sobre los primeros años de vida de la actual princesa de Holanda.
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