domingo, 8 de febrero de 2009

tienen un muerto en el placard y Susana Gimenez confesó cuál es el suyo Susana Giménez se convirtió en un ejemplo a seguir para todo aquel que as


tienen un muerto en el placard y Susana Gimenez confesó cuál es el suyo
Susana Giménez se convirtió en un ejemplo a seguir para todo aquel que aspire a tener una prolongada y exitosa estadía en el mundillo mediático.
Sin embargo, existe una faceta alejada de las lentejuelas y el glamour que la diva se propuso desenmascarar.
Linda, carismática, vigente y rápida. Susana Giménez se convirtió en un ejemplo a seguir para todo aquel individuo que aspire a tener una prolongada y exitosa estadía en el mundillo mediático. Sin embargo, existe una faceta alejada de las lentejuelas y el glamour que la diva se propuso desenmascarar, número a número, en su revista.

En el último ejemplar, la diva de los teléfonos abrió sus recuerdos y contó la tétrica historia de Bocha. Todo se remite al verano de 1985 cuando Susana llegó a Mar del Plata para hacer temporada de revistas. Acompañada por su entonces joven novio (actual Ricardo Darín) e “Indio” (el perro policía de la pareja), la rubia comenzó a hacer sociales con la única vecina de la zona y su adorado gato “Bocha”.

“Pasábamos casi todo el tiempo en la pileta, tomando sol y jugando a las cartas con amigos. El Indio (poco sociable, como siempre) estaba obsesionado con impedir que el gato de al lado invadiera su territorio. Pero el felino parecía disfrutar del juego, haciendo gala de su increíble velocidad a la hora de escapar”, relata la rubia.

La dinámica matutina se terminó cuando la vecina irrumpió desesperada en el terreno en busca de su gato. A pesar de las eternas búsquedas, el “Bocha” no aparecía por ningún lado y Susana comenzaba a preocuparse. Una mañana, Darín decidió madrugar y disfrutar de un desayuno en la galería de la casa que alquilaba junto a Susana. Y ahí lo vio. Perdido entre el jardín, el actor divisó un bulto que, por lógica, se trataba del difunto gato.

“A Ricardo le corrió un frío por la espalda y entró en la casa volando, con cara de haber visto un fantasma. A los diez minutos, estábamos todos rodeando al gato y debatiendo qué hacer. Queríamos morirnos, hablábamos bajito desesperados”, continúa la rubia. Pese a los intentos de persuasión por parte de su madre, Susana sentía que no tenía “corazón” como para darle semejante noticia a su vecina y optó por armar un plan para alejar al cuerpo de su casa .

“La decisión unánime fue deshacernos del cuerpo del delito, tirándolo, por encima del paredón, al lote del fondo. No se nos ocurría nada mejor. Ricardo fue el encargado de agarrar al gato y revolearlo. Con tanta mala suerte que el bicho, al volar por el aire, quedó ensartado como una brochette, en una rama puntuda y pelada de un árbol enorme y altísimo”, confiesa con una gramática cuestionable la rubia.

El plan se cumplió a la perfección y, poco a poco, la vecina se resignó a la idea de poder encontrar a su mascota. Una vez más, Susana abre el baúl de sus recuerdos y nos permite comprender qué hay en su vida además de fiestas y melodramáticas separaciones.

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